Después de habernos convencido gracias al lisensiado Vargas del absoluto poder del contacto manual de un fisioterapeuta sobre un paciente, como desencadenante o no de las más profundas emociones y apetitosas confabulaciones sexuales, y tras largas argumentaciones sobre la ineludible relación sexo-fisioterapia, procedemos a analizar uno de los últimos factores en esta peculiar relación. Hablamos de un aspecto que tiene que ver más con la psique que con la propia fisioterapia: el poder que tiene nuestra mente.
Bien es sabido que la mente puede resolver los más trágicos problemas de la vida o convertirse a su vez en el mayor de ellos. El poder de la mente parece a veces infinito: capaz de curar el más devastador de los cánceres o de convertirse en una desesperante depresión que nos lleve al suicidio. O terrible también cuando es capaz de imaginar que existen todopoderosos dioses con barba que nos crearon a su imagen y semejanza, para después desmontar sus propios argumentos divagando acerca de agujeros negros, viajes temporales o antimateria. Pero, ¿qué coj**** tiene que ver todo esto con la fisioterapia y el sexo? Es sencillo, la mente puede convertirse en nuestra principal aliada para convocar aquello que tanto anhelamos, tanto como fisioterapeutas como siendo pacientes, pero ser también nuestra más traicionera enemiga.
No sabemos psicología ni pretendemos dar ninguna lección, lo que diremos son sólo obviedades. Imaginad la situación: camilla, masaje, paciente y fisio que se atraen, segundos de silencio...Todo lo que hay alrededor, más que hormonas, feromonas y sexo, es mente, pura mente.
Ejemplo:
PACIENTE: ¿Qué pensará? ¿Le gustaré? Sí, sí, toca ahí, no te cortes. ¿Por qué será tan cortado? Claro es que está en una sesión y...
FISIO: Joder si le toco un pelo se me cae el mundo encima. Pero es que está de bueno...¿Cómo puedo hacer para sonar agradable pero no salido?
Este poder puede incluso crear una especie de magnetismo de atracción, puesto que la manifestación mental se traduce en fisiología: posturas acordes, tensión (o relajación) muscular, mímicas exageradas, aumento del ritmo respiratorio, alteraciones capilares...En todo este juego el fisioterapeuta tiene una ventaja sobre el paciente. Su profesión le hace ser observador y analítico, eso puede hacer que se de cuenta de todos estos detalles existentes en cualquier relación pero, en ocasiones, difíciles de interpretar.
Pero en otras ocasiones se puede dar la situación contraria. La mente juega malas pasadas y puede resultar traicionera. Conviene ser realista, el mayor porcentajes de casos fisioterapeuta-paciente se resuelven en nada, llegar a ese pequeño porcentaje de éxito conlleva la conjunción de las claves que hemos dado en las entradas anteriores, y alguna cosa más. Una relajación mental, un exceso de optimismo o una mala interpretación de algunas palabras en cualquier conversación entre el fisio y su paciente puede acabar en un gesto poco afortunado y un rechazo frontal, una huida por peteneras o una denuncia, en el peor de los casos.
Así que, sigue nuestro consejo amigo fisio o paciente, antes de jugártela, tenlo 100% seguro. La mente puede causarte erecciones tanto como contracciones patológicas y la linea entre el bien y el mal es más fina de lo que parece. ¡Luego no digas que no te lo advertimos!
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