- Encuentros en la tercera fascia
- En un lugar de la fascia
- Son los padres
Encuentros en la tercera fascia
Recuerdo perfectamente la primera vez que tuve contacto directo con la fascia, o que, por lo menos, lo intenté. Estábamos en las prácticas de segundo curso, aquella rotación nos tocaba en un hospital de renombre. No es que hubiera mucha comunicación con la profesora que nos había tocado a mi compañera y a mi, pero era lo bastante buena como para salir del paso y obtener algo de nota de cara a la evaluación final. Como siempre, cuando nos cambiábamos en los vestuarios, comentábamos un poco la jugada del día, criticábamos más o menos con fortuna a los profesores y poco más. Nadie parecía destacar por nada, eran días un poco monótonos. Pero una mañana, cuando enfilábamos el pasillo rumbo al gimnasio, sentimos una especie de energía invisible que nos atrajo hacia la sala de...¡electroterapia! Sí sí. Los compañeros que les tocaba siempre esa rotación, solían morir del aburrimiento ante profesores que, a penas explicaban nada de la aparatología, pues de ella nada sabían. Se dedicaban a enchufar los engendros eléctricos porque sí, porque lo había dicho el médico. Doy gracias de que jamás en toda la carrera me tocara una rotación de este tipo. Sin embargo, la fisioterapeuta que estaba encerrada allí en ese sala, una tal Alicia (por ejemplo), había hecho de aquel lugar un sitio especial.
Una especie de atmósfera mística rodeaba todo. Parecía brotar del propio epicentro de Alicia, y expandirse cual escudo protector carmesí, ante la discordia eléctrificante que generaban las distintas frecuencias de los aparatos. En el interior de ese círculo se encontraba ella y nuestros compañeros, sus dos alumnos de prácticas. Después nosotras también fuimos aceptadas, y otro par de amigos más, todos allí reunidos ante la áurea atracción de la susodicha. Y ella, concentrada, que digo concentrada...¡POSEIDA! por algo incomprensible para nosotros, legos estudiantes, sostenía con su silencio y sus párpados cerrados, un silencio purificador e inexplicable, ante la serena mirada de un paciente que aceptaba sus manos como si fueran las de María santísima. ¡Joder! ¡Qué movida! Pensé. O debí pensar. Conviene añadir que la elegancia calculada de la entregada fisioterapeuta, contribuía a terminar de engrandecer todo ese jumento mágico vaporizado que lo envolvía todo. El tiempo casi se detuvo y entonces, cuando parecía que abriría los ojos y su luz cegadora y terapéutica, terminaría de una vez por todas con nuestro virgo de conocimiento patológico, habló, sin abrirlos, y dijo.
- Fijaos. ¿Lo sentís?
¿Sentís? ¿El qué? Pensé yo. Yo solo sentía el aura mística pero, ¿había algo más quizá? ¿Algo que escapaba de cualquier interpretación posible que yo pudiera darle?
- ¿Veis la respiración de la fascia?
Juro que lo que allí pasaba era inexplicable. Hacía tiempo que había dado la hora de movernos hacia nuestros respectivos profesores de prácticas, pero ahí no se movía ni Cristo. Todos expectantes. Ella sabía perfectamente que había nuevo público incorporado a su acción-inacción, y que estábamos interesadísimos en lo que allí estaba pasando. La sobre-exposición del paciente e incluso su opinión, importaban una mierda. Lo grandioso del asunto era el proceso curativo que se estaba dando ante nuestros ojos sin que lo percibiésemos. Ella seguía sin abrir los ojos.
- ¿Veis la respiración de la fascia?
Juro también que allí todos asintieron. Dijeron que sí, que aprobaban todo lo que veían. O sentían. O yo que sé. El paciente, lejos de flipar, seguía encantado. Y los que flipábamos éramos nosotros. Entonces, nos dijo que acercáramos nuestras manos y las posáramos sobre su piel, para sentir. Uno a uno lo fuimos haciendo, los que pasaron primero dijeron que sí, que lo notaban sin ningún tipo de dudas. Entonces me tocó a mí. Creo que, nerviosa e intimidada por la presencia de la profesora, puse mis temblorosas manos de inexperta estudiante sobre la piel del
Después de aquello el asunto se olvidó. Prometo que la fascia casi no la vimos en toda la carrera y, aunque se me quedó grabado a fuego como esa mujer era capaz de hacer con la sala de electroterapia lo que le venía en gana e iniciar una suerte de ritual chamanístico, que sólo ella parecía comprender, no sentí ninguna todopoderosa llamada a explorar un tejido que, creo que fue casi el único que no nos explicaron en histología. Error. Sólo un poco en fisioterapia reumatológica y además nada bien.
Tiempo después, ya como fisioterapeuta de pro, comencé a observar una cierta tendencia de acercamiento de fisioterapeutas amigos míos hacia ese sub-mundo de la fascia. En nuestras habituales reuniones, las borracheras se veían intercaladas con intensas conversaciones sobre el fascinante mundo del tejido fascial. Ya no era todo punción y kalimotxo. Al parecer, una amiga mía, había comenzado a realizar el primer año del conocido "curso de miofascial" y por tanto, se convertía en el vector único de transmisión de ese conocimiento que había permanecido oculto durante los años de estudiantes. Yo no sé si era el Grial de la fisioterapia o los manuscritos perdidos de La Poética de Aristóteles, pero allí no dudaba ni dios de la bonanzas de esa disciplina de tratamiento.
- ¿Pero estás haciendo el bueno? ¿El de Pilat?
- Sí sí, el de Pilat.
Al parecer había buenos y malos. Yo no sabía en quién escudarme cuando, de pronto, me vi dudar sobre las posibilidades reales de aquello. Lo que contaban era tan divino y místico, que chocaba de manera directa con el espíritu crítico, científico y racional que había nacido en mí, en algún momento en clase de filosofía allá por el año...no sé. No era posible que una tela sin apenas resistencia sujetase por si misma y gracias al cacareado principio de tensegridad, toda una estructura anatómica humana. No era posible que, nosotros con las manos y a través de otros tantos tejidos, pudiésemos sentir a esa tela "respirar" y pudiésemos ejercer acciones sobre ella a nuestro antojo, para provocar nada menos que cambios anatómicos y estructurales que favorecieran la curación de muchas lesiones. Y encima actuaba también de manera distal, huyendo del tejido afectado y como canal de transmisión de una energía que llegaba a tener influencia incluso visceral y emocional. Acabáramos. Con la iglesia habíamos topao.
Volviendo a lo de "el principio de tensegridad de la fascia" que tanto argumentan sus defensores, basándonos en la propia definición del término.
Una estructura constituye un sistema de tensegridad si se encuentra en un estado de autoequilibrio estable, formado por elementos que soportan compresión y elementos que soportan tracción. En las estructuras de tensegridad, los elementos sometidos a compresión suelen ser barras, mientras que los elementos sometidos a tracción están formados por cables. El equilibrio entre esfuerzos de ambos tipos de elementos dotan de forma y rigidez a la estructura. Esta clase de construcciones combina amplias posibilidades de diseño junto a gran resistencia, así como ligereza y economía de materiales.
Cuando se habla de ello, quienes lo explican ponen siempre una foto como la que dejamos a continuación:
Esta imagen lo justifica todo. Es una estructura que se mantiene en equilibrio de fuerzas gracias a que sus elementos la dotan de forma y rigidez. Digamos, por entenderlo sencillo, que es simplemente el dibujo de las líneas de fuerzas internas de una superestructura superior, que ha sido eliminada del dibujo. Pues bien, en el cuerpo humano, según argumentan, esto es igual. Vienen a explicar, sin querer decirlo, que la fascia en su totalidad supone esas líneas de fuerzas que mantienen la estructura, cohesión y resistencia. Lo que ya no explicantanto (ni tan bien) es que, para el mantenimiento de esta estructura, los materiales deben tener la resistencia, rigidez y tensión suficientes pues si no, se desmoronarían. Y esto es, justo, lo que ocurre con la fascia.
Haciendo una analogía con el cuerpo humano, a pesar de lo complicado que es esto, las barras y los cables que vemos en el dibujo serían en realidad, los huesos, tendones, ligamentos y articulaciones, estructuras todas ellas que por la física de sus materiales, SÍ que se sujetarían gracias al principio de tensegridad. Si a esto le añadiéramos una lona, o una serie de hilitos finos, que aumenten en un 2% la cohesión y estructura y refuercen algunos puntos...ESO SERÍA LA FASCIA. Esto es lo que no se explica en el famoso curso. Si esos cables (tendones ,ligamentos) no fueran metálicos (fibras musculares y otros tejidos más resistentes), y fueran de seda (fascias ínfimas), no aguantarían el peso de las barras (huesos, órganos, etc). No tiene ni pies ni cabeza pensar, que una estructura aislada de telas milimétricas puede sustentar, por un principio de tensegridad, los kilos y kilos de peso humano. Lo siento, pero no. Antes de Pilat estuvo Newton, y ya dejó bastante claras algunas cosas.
Cabe decir que quizá Andrej Pilat (el alma pater de todo el asunto) no tenía (no tiene)seguramente la intención de impregnar de misticismo sus asuntos y estudios, pero no ha conseguido el mismo efecto en sus discípulos. Casi todos los que defiendes las bonanzas miofasciales, defienden también los proverbiales principios de la osteopatía, o del reiki, o de la pseudociencia que más les guste. Rodean sus explicaciones de ambigüedad y se maravillan cuando, por lo que sea, suceden extraños (o no) resultados que atribuyen a la fascia, como una especie de movimientos anómalos y descontrolados, llantos o manifestaciones emocionales, o simples respiraciones más profundas y prolongadas (los llaman niveles de liberación). Y para justificarlo, te dicen que no tienes ni puta idea de lo que hablas y que el autor, te enseña unos videos (con cadáveres) que lo dejan todo demostrado. Y punto.
Siempre que me topé con esta técnica, fue una plena decepción y no tanto por no encontrar ningún resultado, o ningún objetivo claro en ella, si no más bien, por encontrarme a tantos y tantos colegas de profesión, que no mostraban ni un atisbo de incredulidad y que querían realizar su formación a toda costa. Creía estar nadando en un mar de incomprensión y de sinrazón, pues además, cuando olisqueaba en los pequeños foros críticos que encontraba en internet, veía ataques frontales muy directos hacia otras técnicas, pero nunca hacia ésta. Puede que, en eso que llaman las pseudociencias, esta no sea considerada una, quizá por basarse en la existencia de una realidad, pero algo latía muy fuerte en mi interior y no era precisamente la fascia. Tenía la necesidad de averiguarlo por mi misma y no dejar que tantas almas quijotescas se salieran con la suya. Tan sólo faltaba empezar...
Vaya artículito.... en mi caso los acortamientos fasciales me redujeron la movilidad al punto de quedar rigido practicamente, y recien cuando comencé la rehabilitación de cadenas fasciales fue aflojando.... empezando por el psoas, y siguendo con toda la familia. Creer o reventar.... no era un problema muscular, sino mas dificil aún, fascial....
ResponderEliminarVaya mentira te cuentan y te cuentas. Los acortamientos fasciales no existen y la rigidez que expresas, si está bien valorada, puede tener un origen más multifactorial que otra cosa. El fisioterapeuta que achaca los problemas musculoesqueléticos a las estructuras fasciales es verdaderamente corto de entendederas de lo que es la anatomía humana. Y pese a que proliferan estos magufos y estafadores, algunos aún conseguís mejorar gracias a los procedimientos biomecánicos habituales. Mucha suerte, espero que no te sigan tangando.
EliminarYa te digo que mucha rigidez no tenías si se quitó con miofascial.
EliminarLa de verdad, la dura, implica forzar los topes y apretar los dientes!
Igualmente me alegro de tu recuperación!