Como dijo aquella miss: del mismo modo pero en el sentido contrario, encontramos en la peculiar relación del fisioterapeuta con el paciente la posibilidad del rechazo, es decir, la no aceptación no sólo del tratamiento, sino, yendo más allá, del propio contacto físico.Decíamos que para un fisioterapeuta puede ser súmamente sencillo traspasar la barrera de contacto, habitualmente, después de esto sucede una reacción de aceptación que conduce a una facilitación del tratamiento y a una relajación de la psique de nuestro paciente que puede llevarle a límites inusuales como contarnos su vida íntima, expresar sus inquietudes o incluso curarse. Pero puede darse la circunstancia, más extraña, de que estos mecanismos fallen y se prouzca una reacción adversa por su parte. Incluso puede darse a posteriori, algo todavía más raro, puesto que con el avance de las sesiones, la confianza con el terapeuta aumenta casi exponencialmente. El problema viene cuando nos referimos a esa relación sexual no escrita pero plausible de la que venimos hablando, en ese caso pueden generarse situaciones muy violentas.
Aunque no venga explícitamente especificado en el código deontológico, el fisioterapeuta debe actuar profesionalmente en todo momento, a pesar de que puedan sus impulsos resultarle tan traicioneros como humanos. Atravesar el espacio vital de una persona es una cuestión de alto riesgo a la que los fisioterapeutas nos enfrentamos a diario, con previo consentimiento sí, pero la delgada línea que separa las interpretaciones profesionales de las que no, puede y no debe llevarnos a equívocos con el paciente. Compadezco al fisio que lo haya intentado y le haya salido mal, desde luego no es ni ejercicio profesional ni ortodoxo, e incluso puede ser constitutivo de delito, pero no negaremos desde aquí que es humano sentir, más aún en una profesión en la que de sentir va el asunto. Si por lo que sea existieran signos inequívocos emitidos por el paciente, deberían ser mil veces interpretados y desde la otra fisioterapia nuestro consejo es que siempre es mejor hablar, cualquier otra cosa nos puede hacer equivocarnos mucho.
Pero si llega el caso y el fisioterapeuta apuesta por hablar, por proponer, por decir, por pensar que ha interpretado esas señales y que son suficientes...¡mucha suerte! Y sobretodo, mucho tacto, de tipo verbal pues el físico ya está ganado. Pero es ahí donde puede aparecer el rechazo de una manera tan directa, que el paciente en ese momento verá como se acrecenta su espacio vital y como aquellas manos que hasta ahora le curaban, pareecen querer violarle. El rechazo es una posibilidad desagradable, el cambio en la sensación neurológica de sensibilidad hará que esa estimulación de placer se vea automáticamente abolida, para producirse un mecanismo de rechazo, con activación de los sistemas de alerta, descarga hormonal defensiva, aumento del tono muscular y una agobiante necesidad de huida que puede ser mutua por ambos sujetos.
El tratamiento habrá finazalido casi de inmediato. No digamos ya cualquier mínimo planteamiento sexual que hubiera podido existir en la mente del fisioterapeuta. Este tema tan escabroso sólo podría llevarlo a cabo, con un riesgo infinítamente menor, el paciente. Dado que en la relación terapéutica es el que recibe, el no profesional y por tanto el vulnerable. No es en ningún caso una relación entre iguales, pero no sería la primera vez que el amor o el sexo surgiera, negarlo es una hipocresía bendita. En la carrera nos dicen que ¡NO!. Que no se puede ni debe flirtear con el paciente, ni si quiera crear algún vínculo emocional de tipo amistad. Pero ya existen muchos casos y hasta hijos que han nacidoque demuestran lo contrario. Así que, para evitar esta fase, si estás leyendo esto y eres paciente y si crees que lo que piensas ...puede ser, da tú el primer paso, porque nosotros no nos la podemos jugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario