miércoles, 6 de abril de 2022

Tocar

Tocar es un verbo que viene de la onomatopeya toc, la representación del sonido seco que a veces hacemos al tocar con cierta fuerza una superficie dura. Teniendo en cuenta que este verbo tiene hasta un total de 29 acepciones, según la RAE, y que hay muchas y muy diferentes maneras de tocar algo, quizá podamos decir que es un tanto injusto que la acción o el hecho de ejercitar el sentido del tacto tenga que llamarse así, de ese modo seco, duro, y si queremos, poco natural, pues nadie va por la vida tocando para hacer toc, precisamente, salvo quien tenga, precisamente, un toc. Pero, dejando a un lado los juegos de palabras, para este artículo nos quedaremos con algunas definiciones del verbo que nos pueden cuadrar más, siendo más puramente éstas las que se refieren PRECISAMENTE, al tacto. Y sin meternos mucho en la PRECISIÓN que tenemos los fisioterapeutas en este hecho, es mi intención reivindicar desde estas páginas una de las mejores virtudes que tiene esta profesión, que por desgracia no son muchas. Y sí, evidentemente, estoy hablando, de la cualidad de TOCAR.

De todas las acepciones que registra la RAE sobre el verbo tocar, las más intrínsecamente relacionadas con la cualidad del tacto así como con su posibilidades sensoriales de influencia, serían estas:

1. tr. Ejercitar el sentido del tacto.

2. tr. Llegar a algo con la manosin asirlo.

[...]

6. tr. Dicho de una cosaTropezar ligeramente con otra.

7. tr. Golpear algopara reconocer su calidad por el sonido.

8. tr. Acercar algo a otra cosapara que le comunique cierta virtudcomo un hierro al imánuna medalla a una reliquia

[...]

12. tr. EstimularinspirarLe tocó Dios en el corazón. Tocada el alma de un alto pensamiento.

La fisioterapia es una profesión intrínsecamente relacionada con el sentido del tacto, con la posibilidad de tener un acercamiento terapéutico a un paciente a través de las manos, entre otros muchos elementos. Siendo mucho más amplia su definición, es el tacto una de las herramientas que se le presuponen y se le autorizan al fisioterapeuta, como medio fundamental para alcanzar sus fines. De hecho, la figura del fisioterapeuta es reconocible internacionalmente por este mismo icono y por esta misma capacidad, aunque entre los fisioterapeutas poco o nada guste de hablar de ello, ya sea por olvido, sea por falta de interés, sea por confrontaciones no muy bien explicadas y comprendidas, o sea por una total asimilación del sentido del tacto como parte ineludible de su trabajo. Igual que las harinas son inevitables para el panadero, las manos lo son para el fisioterapeuta pero, ¿hasta que punto somos conscientes los fisioterapeutas de la capacidad que tenemos con nuestras manos?

Tocar a alguien es la más poderosa de las armas que tenemos como humanos. Hacerlo supone derribar una barrera física muy imponente, también una barrera mental. La barrera física es la evidente: el tacto supone el fin de la discontinuidad entre dos cuerpos, sólo salvada por el aire o algún que otro fluido. La barrera mental supone la entrega o no de la confianza hacia la otra persona: en el momento que alguien toca a otro alguien existe, implícito, un acuerdo de complicidad que llevará la calidad y profundidad de ese tacto a diferentes niveles. En todo acto fisioterapéutico que conlleve tocar estamos dando siempre por aceptado y, sin que sea por escrito, salvo en contadísimas ocasiones, que existe la autorización por parte del paciente para ser tocado por su fisio. Nos movemos por tanto en una frontera delicada, la de saber que trabajamos con las manos y con las pieles, que son poderosas fuentes de transmisión de información cerebral en ambos sentidos.


Sinceramente: desprecio el mundo que estamos generando a nivel afectivo. Puede que sea un mundo cada vez más polite, cada vez más políticamente correcto, cada vez más sensato con las injusticias y cada vez más normalizado, más protocolizado, buscando siempre unos estándares de calidad, no siempre necesarios, no siempre buenos. Y lo desprecio porque es un mundo cada vez menos humano, cada vez menos animal, cada vez más frío, cada vez más distante y sórdido entre nosotros...nos estamos distanciando de lo que somos como entidad natural. Los tiempos no acompañan pues la virtualización del mundo, además de ser un hecho, es una necesidad, pero eso no debería ser incompatible por seguir necesitando los mejores hábitos de nuestra faceta mamífera. Somos animales emocionales, que incluso ante el frío trato del mundo y de las máquinas, nos queda siempre la divina capacidad de sentir profundamente. Abandonar la calidez humana en cosas tan cotidianas como el ejercicio del tacto es un error de los nuevos tiempos que podemos pagar muy caro, cuando nos demos cuenta de que para la resolución de conflictos, ya sean físicos o emocionales, nuestro intelecto no siempre va a poder, pues hay muchas cosas que sólo se resuelven desde la calidez y desde el corazón.

Puede que la fisioterapia tenga el privilegio único de ser la última profesión del tacto, si no contamos a la más antigua y perenne del mundo. Puede que el fisioterapeuta sea el último profesional que basa en el tacto buena parte de sus capacidades resolutivas. Mejorar la salud física a través del tacto, suena tan primitivo como excitante. Cuando el fisioterapeuta pone la mano encima de algún paciente, para lo que sea, la situación de ese paciente ya va a cambiar para siempre...sea para bien o para mal. Hay un acuerdo tácito, no verbal, no escrito, que autoriza a ese contacto y, a poco que la sesión se alargue y ese contacto pueda ser recurrente, o a poco que tengan que ser varias sesiones, se produce un intenso estrechamiento de la confianza entre el terapeuta y paciente, muchas veces clave esencial del éxito del tratamiento. En tiempos de evidencias científicas necesarias, no debemos dejar de lado este componente emocional tan brutal que los fisioterapeutas tenemos y que redunda en nuestros caracteres más primarios. Y es que, lo quiera o no, el fisioterapeuta se convierte, en muchas ocasiones, en una prolongación, en modo formal y adulto, de ese sana, sana culito de rana si no se te cura hoy se te curará mañana con el que calman los padres a sus criaturas. Todos necesitamos comprensión, afecto y TACTO para sentirnos mejor, ya sea de una dolencia física o emocional, o de ambas combinadas. 

¿Llegaremos algún día a ese nefasto punto en el que antes de tocar al paciente para algo tan sencillo como una valoración haya que pedir un consentimiento informado firmado? Todo se andará. Ese día, seremos todavía mucho más formales, escrupulosos con las LOPD y los derechos humanos, pero estaremos perdiendo, a su vez, algo de la poca esencia natural que aún nos queda. Ese día generaremos una barrera más, de esas invisibles y que hay que romper para acceder a las personas y, poder llegar a comprender la clave del éxito en un tratamiento. Da para amplio debate esto, aquí solo estoy exponiendo un posicionamiento por una sola de las posturas, pues la otra, es tan lógica que cae por su propio peso. Todo lo que hagamos, también como humanos, para protegernos de ese sin fin de energúmenos que hay sueltos por el mundo y que pueden poner en peligro nuestra integridad física, parece poca cosa. Lo malo es que todo ello nos aboca a este camino.

Observo, con tristeza, en mis entornos, como algunos pacientes se quejan amargamente del trato recibido por su médico. Ese trato frío, a veces inhumano e incluso despectivo, insolente, de mirada (si la hay) por encima del hombrito, para así tragar las múltiples de sus quejas. Ese trato de mesa de despacho interpuesta, ambiente frío, contacto visual inexistente, pantalla de ordenador, camilla sin uso...Tantos y tantos facultativos, tantas veces, durante tantos años... ¿tanto tiempo? Incluso las nuevas generaciones de médicos, no tantos, pero muchos, salen así, con esa prepotencia y amargura para el trato humano. Luego el paciente, te llega y te dice que el médico "ni me ha tocado", que es también una metáfora para decir que ni si quiera le ha mirado a los ojos. Y esa queja, tan amarga, la recalcan. La remarcan para dejar bien subrayado que ese paciente necesitaba ese tacto. ¿Iba a deducir algo el médico de ese contacto? No, ni de coña, o posiblemente no. ¿Es mejor el médico que toca? No necesariamente a nivel clínico. Pero, muchas veces y en muchos casos, se está perdiendo el último de sus capitales necesarios para la curación, o quizá el más imprescindibles, y el más barato. Ninguna farmacéutica crea medicaciones consistentes en el contacto físico, pero la mano cercana de un profesional médico, a tiempo, podría ahorrar mucho sufrimiento e incomprensión a la persona, mucho dolor a la familia, mucho tiempo a sí mismo y mucho dinero a la sanidad pública.

Por suerte en fisioterapia no estamos en eso...AÚN. Pero me sirve este post y este ejemplo tan vivo, como aviso para lo que se nos viene. En esta última profesión del tacto, estamos condenados a perder algo de lo poco que nos queda si perdemos esa parte. La nueva tendencia de la fisioterapia apuesta firmemente por un concepto de menos tocar y más activar al paciente, en ese absurdo debate del Hands-on vs. Hands-Off , no existe más que una realidad intermedia en la que, el fisioterapeuta habrá de tocar cuando la situación lo requiera y no habrá de hacerlo, para incentivar la actividad del paciente en un buen número de ocasiones. Pero si nos cruzamos los hombros y nos ponemos detrás de la mesa del despacho, como el médico, para solucionarlo todo con consejitos o divinas sesiones de ejercicio, incluso aunque el más justificado de los casos requiera de ese tipo de intervención, estaremos dando un pasito hacia atrás en nuestro más humano rasgo de la profesión. Y descontando la frialdad de la fisioterapia on-line y las tele-consultas, hacia las que parecemos encaminarnos.

Una vez, una amiga mía me dijo que a ella los pacientes le daban asco. Ante la rotundidad de su afirmación no pude más que sorprenderme y no creerla. Menos aún viniendo de ella, una persona que había hecho de su gusto por la camilla y el masaje el gran nutriente de su profesión. Me costaba creer que, si tanto asco le daban los pacientes, se dedicara con fervor a una profesión que iba precisamente de eso: de ver pacientes. Luego me fijé y vi cómo usaba guantes para todo, mucho antes de la era Covid. Y vi como los despachaba rapidito, como buenamente podía. Y prefería ya usar más agujas, más técnicas que requiriesen menos tacto, más maquinitas...todo para no enfrentarse a sus escrúpulos. Sentí nuevamente esa absurda distancia, me dio pena, profesionalmente, pues siempre creí que su incuestionable capacidad para esto de la fisioterapia, se vería encumbrada por un mejor tacto. Obviamente discrepamos, y yo no puedo evitar sentir que algo se muere dentro de la profesión cada vez que veo abordajes distantes, ya sea por causas de este tipo, o ya sea por actitudes de soberbia que nada tendrían que ver con esta profesión, si lo hiciésemos bien. Que perecita querer parecernos a los médicos en eso. ¡Para algo en lo que somos mejores!

En fin...siendo además el sentido del tacto una de las primordiales maneras de comunicarnos con el mundo, me entristece pensar en este nuevo camino que nos damos. Ojalá el ser humano se de cuenta algún día de que, por muy inteligente que sea, sigue siendo animal y humano. Deberíamos ser proyecciones de ese homúnculo ficticio, ese extraño ser amorfo que más allá de su insolente cerebro, lleva su sensibilidad por delante. Y la manifiesta.











1 comentario:

  1. Me encanta lo que escribes y como escribes, gracias por tus reflexiones

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