Como he estado tanto tiempo de hombros caídos, y sin energía ni para abrir la puerta de mi nueva habitación, que parece una cueva, en comparación con el hogar que compartíamos, me empezó un dolor de espalda insoportable. Creo que el hecho de estar tan abatido emocionalmente, y tan triste, contribuyen con mi dolencia. Me dedico a la informática y paso muchas horas sentado en la silla, no hago gran ejercicio, pero no suele dolerme la espalda de este modo. Esto parece nuevo y son ya varios días los que he pasado así. De modo que decido ir a un fisioterapeuta, a una clínica que hay aquí cerca de esta casa en la que estoy y no me identifico. Cuando llamo, me atiende una chica muy simpática que me recuerda a ella cuando empezábamos. Mierda. Joder. Creo que no hablaba con ninguna chica desde que me dejó, se me hace todo tan extraño...
Me toma los datos pero me dice que no puede darme cita hasta dentro tres semanas. Pues nada. Vaya éxito tienen, pienso. Pero al poco se produce una llamada en mi móvil. Es la misma chica y me dice que se le acaba de abrir un hueco para que me vea el fisio este mismo viernes a las 9 de la noche. Vaya horario más raro, pienso, pero genial que me pueda ver mañana mismo, con lo mal que ando.
Al día siguiente me planto allí a la hora indicada. La chica que me atendió la llamada no parece estar. Me recibe un hombre con pijama sanitario, el fisioterapeuta. Apesadumbrado y jodido, me planto en la camilla boca abajo. El fisio, un tipo joven y musculoso comienza a manosear mi espalda. Creo que lo hace bien, consigue relajarme. Tan sólo le he explicado que me duele la espalda por la zona dorsal y con eso ha bastado. Estando así, empiezo a aliviarme pero a la vez, una pena enorme me invade y sollozo un poco. No sé por qué, pero sin conocerle de nada, empiezo a contarle mi vida a ese hombre. Mi vida, muy resumida, de los últimos días. Respiro tranquilo y le digo que estoy hecho polvo porque me ha dejado mi novia.
- Eso explica tus síntomas. - me suelta de pronto.- Las rupturas de pareja están fuértemente relacionadas con problemas en la octava vértebra dorsal.
Sin yo entender nada, me lo explica. Al parecer, el hecho de haber terminado mi relación me ha causado más daño del que creía, no sólo emocional, ahora también físico. Sin embargo, parece que estoy en buenas manos, porque él sabe solucionar el problema. Un par de crujidos de espalda aquí y allá, y la verdad que me voy a casa bastante mejor. No sé bien que ha hecho, pero diría que me ha curado.
Al día siguiente me levanto en mi cama, de nuevo un frío despertar sin ella a mi lado. Noto la espalda como si me hubieran pegado una paliza, pero es una sensación distinta al dolor que tenía. Así sigo los siguientes días, hasta el jueves, que toca volver a pasarme por el fisio, de nuevo en horario extraño. Este chico no vive, está todo el día en la clínica. Sigo sin conocer a la chica que me atendió, será una empleada suya. Y así sigo, varias sesiones más, siempre haciéndome un procedimiento muy parecido y a casa.
Cuando saco fuerzas de flaqueza, quedo con un amigo para desahogarme. No he vuelto a saber nada de mi ex-pareja desde hace ya tres largas semanas. Hablamos de más cosas, temas banales casi todos, pero entre otros, le comento que estoy yendo a un fisio por mi dolor de espalda. ¿Y qué tal? Pues bien pero...no sé. Realmente me noto igual. Quiero decir...que cuando voy muy bien, pero a los pocos días, otra vez ese dolor.
- Deberías ir a mi fisio. ¡Buah! Es la polla, a mi me quita todos los dolores.
- ¿Y qué te hace?
- Pues no sé, como un masaje raro, pero salgo de allí como nuevo.
Fiándome de él y de su terminología viril para definir las cualidades de su fisio, decido darle una oportunidad y me cambio de profesional. Al otro le aviso de que no puedo acudir por motivos de trabajo, no me pide explicaciones, pero intenta citarme para otro día. Le digo que ya le llamaré.
Me cruzo casi dos barrios en autobús para llegar. Esta clínica parece diferente, menos fría y, no sé como decirlo, más...¿mística? Se nota que está llevada por una mujer, creo que tiene más orden. De hecho, ella, la fisioterapeuta, me recibe con una cálida sonrisa a la hora puntual a la que estaba citado (el otro se retrasaba casi siempre). Me hace pasar a una sala con aspecto acogedor, me hace varias preguntas sobre mi proceso. Le digo que también fui a un fisio y le explico más o menos lo que me hizo, con mis palabras. No le cuento lo de mi pareja, me da corte con ella mirándome. Ella asiente y sonríe todo el rato. Después me pide que me tumbe boca abajo, pone sus manos encima.
Al principio pensé que no era lo que más me convenía: que una chica me tocara, aunque fuera profesionalmente, mi imaginación podía llevarme a malas pasadas. Pero pronto me dejé de tonterías y me dispuse a relajarme, a ver qué pasaba. Noté que había un hilo musical sedante y como un ruido de agua corriendo. Ello contribuía con mi tranquilidad. Realmente ya no estaba en el punto inicial de la ruptura, algo más animado pero dolorido, los días iban pasando. La fisio no hacía nada especial, ponía sus manos aquí y allá. Parecía moverme la piel con un movimiento rítmico que sólo ella entendía. Cuando me quise dar cuenta, me puso una toalla por encima y me dijo que me levantar tranquilamente sin prisa. ¿Ya? Pero si sólo han pasado cinco min...¡Ah no! ¡Casi una hora! Una hora desde que llegué . ¿Ya? ¿Cómo era posible? Pero si no me había ni enterado. ¿Me habría quedado dormido con tanto misticismo?
La di las gracias y me marché, no sin que antes me citara. Me dijo que harían falta varias sesiones, así que me compré un bono de diez. Aunque me resultaba todo muy extraño, no dejé de acudir puntualmente a mi cita, dos veces en semana con ella. El objetivo era recuperarme, física y mentalmente. A diferencia del otro fisioterapeuta, ésta si que cambiaba sus procedimientos cada día. Un día, me colocó una especie de piedras calientes encima de la espalda. Otro día me explicó que si me notaba "ir" que "me dejara". No sé a que se refería con eso de "dejarme ir", ella me cogía del brazo y tiraba hacia sí, haciendo extraños movimientos. ¿El brazo? Si a mi lo que me duele es la espalda. Ni idea.
Otro día, el más gracioso, me preguntó que si quería probar algo distinto. Le dije que sí. Sacó una especie de cuencos, que sitúo en distintos lugares, y estuvo haciéndolos sonar. Yo no entendía nada, pero me parecía muy poco serio todo aquello. Creo que si no le dije nada fue porque a veces me sentía mejor y tenía una cálida sonrisa que te conquistaba enseguida. ¿Me estaría enamorando? Puede que sí...
Cuando saco fuerzas de flaqueza, quedo con un amigo para desahogarme. No he vuelto a saber nada de mi ex-pareja desde hace ya tres largas semanas. Hablamos de más cosas, temas banales casi todos, pero entre otros, le comento que estoy yendo a un fisio por mi dolor de espalda. ¿Y qué tal? Pues bien pero...no sé. Realmente me noto igual. Quiero decir...que cuando voy muy bien, pero a los pocos días, otra vez ese dolor.
- Deberías ir a mi fisio. ¡Buah! Es la polla, a mi me quita todos los dolores.
- ¿Y qué te hace?
- Pues no sé, como un masaje raro, pero salgo de allí como nuevo.
Fiándome de él y de su terminología viril para definir las cualidades de su fisio, decido darle una oportunidad y me cambio de profesional. Al otro le aviso de que no puedo acudir por motivos de trabajo, no me pide explicaciones, pero intenta citarme para otro día. Le digo que ya le llamaré.
Me cruzo casi dos barrios en autobús para llegar. Esta clínica parece diferente, menos fría y, no sé como decirlo, más...¿mística? Se nota que está llevada por una mujer, creo que tiene más orden. De hecho, ella, la fisioterapeuta, me recibe con una cálida sonrisa a la hora puntual a la que estaba citado (el otro se retrasaba casi siempre). Me hace pasar a una sala con aspecto acogedor, me hace varias preguntas sobre mi proceso. Le digo que también fui a un fisio y le explico más o menos lo que me hizo, con mis palabras. No le cuento lo de mi pareja, me da corte con ella mirándome. Ella asiente y sonríe todo el rato. Después me pide que me tumbe boca abajo, pone sus manos encima.
Al principio pensé que no era lo que más me convenía: que una chica me tocara, aunque fuera profesionalmente, mi imaginación podía llevarme a malas pasadas. Pero pronto me dejé de tonterías y me dispuse a relajarme, a ver qué pasaba. Noté que había un hilo musical sedante y como un ruido de agua corriendo. Ello contribuía con mi tranquilidad. Realmente ya no estaba en el punto inicial de la ruptura, algo más animado pero dolorido, los días iban pasando. La fisio no hacía nada especial, ponía sus manos aquí y allá. Parecía moverme la piel con un movimiento rítmico que sólo ella entendía. Cuando me quise dar cuenta, me puso una toalla por encima y me dijo que me levantar tranquilamente sin prisa. ¿Ya? Pero si sólo han pasado cinco min...¡Ah no! ¡Casi una hora! Una hora desde que llegué . ¿Ya? ¿Cómo era posible? Pero si no me había ni enterado. ¿Me habría quedado dormido con tanto misticismo?
La di las gracias y me marché, no sin que antes me citara. Me dijo que harían falta varias sesiones, así que me compré un bono de diez. Aunque me resultaba todo muy extraño, no dejé de acudir puntualmente a mi cita, dos veces en semana con ella. El objetivo era recuperarme, física y mentalmente. A diferencia del otro fisioterapeuta, ésta si que cambiaba sus procedimientos cada día. Un día, me colocó una especie de piedras calientes encima de la espalda. Otro día me explicó que si me notaba "ir" que "me dejara". No sé a que se refería con eso de "dejarme ir", ella me cogía del brazo y tiraba hacia sí, haciendo extraños movimientos. ¿El brazo? Si a mi lo que me duele es la espalda. Ni idea.
Otro día, el más gracioso, me preguntó que si quería probar algo distinto. Le dije que sí. Sacó una especie de cuencos, que sitúo en distintos lugares, y estuvo haciéndolos sonar. Yo no entendía nada, pero me parecía muy poco serio todo aquello. Creo que si no le dije nada fue porque a veces me sentía mejor y tenía una cálida sonrisa que te conquistaba enseguida. ¿Me estaría enamorando? Puede que sí...
No, realmente no. No podía quitarme a ella todavía de la cabeza. Cada vez estaba menos presente, pero seguía dándome por saco de tanto en cuanto, cuando veía alguna foto suya o alguien cercano me contaba que la había visto. En ese momento todo retrocedía varios meses atrás, yo quería escupir ese veneno invasor y el dolor de espalda parecía regresar.
- ¿Y qué? ¿Qué tal con la fisio? ¿A qué es guay?
- Pues no sé chico, hace cosas muy raras. Yo no sabía que la fisioterapia iba también de rollos de energías de estos.
- Bueno sí, es un poco mística, pero sales de allí relajado.
- Sí...
No regresé. Me encontraba de nuevo mejor y, una vez consumido el bono de diez sesiones, decidí poner fin a la fisioterapia por el momento. De hecho, tenía la sensación de que si yo no lo paraba, aquello podía extenderse hasta el infinito. Era como si la fisioterapeuta nunca te fuera a dar el alta, de modo que, supongo que no hice bien, pero me la di yo...
CONTINUARÁ
- ¿Y qué? ¿Qué tal con la fisio? ¿A qué es guay?
- Pues no sé chico, hace cosas muy raras. Yo no sabía que la fisioterapia iba también de rollos de energías de estos.
- Bueno sí, es un poco mística, pero sales de allí relajado.
- Sí...
No regresé. Me encontraba de nuevo mejor y, una vez consumido el bono de diez sesiones, decidí poner fin a la fisioterapia por el momento. De hecho, tenía la sensación de que si yo no lo paraba, aquello podía extenderse hasta el infinito. Era como si la fisioterapeuta nunca te fuera a dar el alta, de modo que, supongo que no hice bien, pero me la di yo...
CONTINUARÁ
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