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miércoles, 18 de enero de 2017

Cuanta más crema, menos tema...

Estimado paciente,

Me dirijo a usted, hombre o mujer de mediana edad, que acude con regularidad al fisioterapeuta privado de su barrio, o de una clínica cercana a su trabajo, una vez terminada la jornada laboral, para soslayar sus penas y dolores con un poco de sus buenas manos y demás rudimentos. Acude porque cree en él, porque cree en la fisioterapia (muchas gracias, ya cree más que nosotros) porque sabe que es buena para su salud física. Acude porque conoce a la fisioterapeuta, esa chica joven, escueta, habladora, imparable y muy curranta, que además está hasta buena. Se lleva bien con ella,quién sabe... O le conoce a él, fisio serio pseudofornido, pero con sentido del humor del fino, que gusta de algún chascarrillo contar mientras elonga sus isquiotibiales inelongables. Y lo hace porque esas dolencias en el hombro, o en lugares indeterminados de su perdida espalda, que son perennes puesto que nadie jamás en la vida le dará si quiera un diagnóstico aproximado, sólo mejoran cuando se tumba sobre esa camilla y se despoja del smoking, el estrés y casi media vida.