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martes, 28 de noviembre de 2017

La trilogía de la fascia: Son los padres

Esta serie fascianante sobre el mundo de la fascia y sus anexos está compuesta por tres capítulos que deben ser leídos en el siguiente órden.

Encuentros en la tercera fascia
En un lugar de la fascia
- Son los padres


Son los padres

Resulta muy impopular hablar mal de la fascia, parece ser que todo el mundo lo acepta y las explicaciones (así como el esfuerzo) de sus investigadores hacen más y más creíble el asunto. Pero las técnicas de inducción miofascial son una mentira y de las gordas.

Siempre que me explicaban la fascia me venía a la mente una cosa muy graciosa. Yo, que he sido una friki de nacimiento, recordaba los episodios de Spiderman y el simbionte, una especie de ente alienígena con vida propia, que se adhería a la piel de Peter Parker formando un traje y prácticamente le manejaba a voluntad. Quitarse aquel simbionte fue, para el protagonista, una tarea complicada y sus consecuencias casi peores, puesto que después se adhirió a otra persona con más odio y la convirtió en Venom, una auténtica pesadilla para el héroe arácnido.Este símil me sirve para especular que quizá la inducción miofascial se esté convirtiendo en una pesadilla del mismo calibre, una especie de simbionte para la fisioterapia que chupa de ella y drena su energía, a base de pseudociencia de la buena. Además está presente en todos los tejidos...ejem.

martes, 17 de octubre de 2017

La trilogía de la fascia: En un lugar de la fascia

Encuentros en la tercera fascia
- En un lugar de la fascia
Son los padres

En un lugar de la fascia

En un lugar de la fascia, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho que vivía un síndrome de los de banda en astillero, punto gatillo, inducción sobre tejidos, fisio místico, bloqueo y disfunción...Una camilla de mucho más fieltro que escay, sudor las más noches, duelos y quebrantos los sábados, cursos en fines de semana y nuevamente bloqueos, consumían las tres cuartas de su hacienda. El resto della concluían pijama de faena, zuecos cómodos para las técnicas, con sus kinesios de lo mesmo, y los días de entre semana, como no tenía formación, se honraba sin uniforme de lo más fino. Tenía en su séquito buen número de seguidores, pues no faltaban voluntarios que le ensillasen el rocín, a pulso ganado con los mesmos engaños. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, lleno de carnes, rostro barbado, gran madrugador y amigo de la fascia. Quieren decir que tenía sobrenombre de fascial o fascianante, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba fascia. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración de él, no se salga un punto de verdad.


lunes, 2 de octubre de 2017

La trilogía de la fascia: Encuentros en la tercera fascia

Esta serie fascianante sobre el mundo de la fascia y sus anexos está compuesta por tres capítulos que deben ser leídos en el siguiente órden.

- Encuentros en la tercera fascia
En un lugar de la fascia
Son los padres


Encuentros en la tercera fascia

Recuerdo perfectamente la primera vez que tuve contacto directo con la fascia, o que, por lo menos, lo intenté. Estábamos en las prácticas de segundo curso, aquella rotación nos tocaba en un hospital de renombre. No es que hubiera mucha comunicación con la profesora que nos había tocado a mi compañera y a mi, pero era lo bastante buena como para salir del paso y obtener algo de nota de cara a la evaluación final. Como siempre, cuando nos cambiábamos en los vestuarios, comentábamos un poco la jugada del día, criticábamos más o menos con fortuna a los profesores y poco más. Nadie parecía destacar por nada, eran días un poco monótonos. Pero una mañana, cuando enfilábamos el pasillo rumbo al gimnasio, sentimos una especie de energía invisible que nos atrajo hacia la sala de...¡electroterapia! Sí sí. Los compañeros que les tocaba siempre esa rotación, solían morir del aburrimiento ante profesores que, a penas explicaban nada de la aparatología, pues de ella nada sabían. Se dedicaban a enchufar los engendros eléctricos porque sí, porque lo había dicho el médico. Doy gracias de que jamás en toda la carrera me tocara una rotación de este tipo. Sin embargo, la fisioterapeuta que estaba encerrada allí en ese sala, una tal Alicia (por ejemplo), había hecho de aquel lugar un sitio especial.