Vivimos en tiempos de pandemia desde hace un tiempo ya, casi un año, y la cosa promete alargarse. En estas circunstancias nos hemos acostumbrado a tener que practicar una fisioterapia extraña, anti propia de lo que nos ha sido enseñado a la mayoría, donde el contacto de lo humano hacía muchas veces el TODO que algunos no sabemos poner a nuestros propios tratamientos, y que nos solucionaba la papeleta. En esta paradójica nueva normalidad de vida, una de las cosas que más frecuentemente nos suceden, es que estamos sobreextasiados de escuchar noticias, habitualmente nefastas, sobre la Covid19 y todos sus pormenores. Parece que jamás fuésemos a terminar esta vorágine y que nunca vayamos a poder recuperar nuestra actividad, tal y como la desarrollábamos antes. Noticias todas ellas, que llaman a la puerta de nuestro innegable interés, pues es casi imposible no atenderlas y somos muchos los que hemos optado por intentar filtrar al máximo esta información, con el único objetivo de mantener calma y la cordura ante la ansiedad que estos días nos producen. Ese embotellamiento de realidad es significativamente perfecto para cubrir otro tipo de noticias, aquellas que pasan desapercibidas por el mucho ruido que hace el dichoso coronavirus. Y este tipo de noticias escondidas se producen en todos los ámbitos, también en la fisioterapia. Así que, en un giro de guion sin precedentes, cuando creíais que hablaríamos otra vez del Covid, esta página se dispone a hablar de una cosita que sucedió este verano y que ha pasado casi desapercibida. Nos referimos por supuesto a la condena al expresidente del Colegio de Fisioterapeutas de Castilla y León por meter la mano en la caja del Colegio y robar dinero de los colegiados.