lunes, 20 de febrero de 2017

Jornada de reconocimientos laborales peligrosos

El silencio es calculado cuando se prescribe de manera clínica, o también cínica, cuando se echan balones fuera o cuando se consigue llamar la atención sobre supuestos incómodos, que lo son, pero que no son la raíz del problema. La fisioterapia, como ciencia inconclusa, trata de buscar su lugar y es muy de agradecer que existan esas voces que manifiestan la incomodidad hacia la poltrona, que no se amilanan ante el empuje arrollador de la mentira y que, a pesar de su excesivo machoalfismo dominante, tratan de mantener a ralla a estafadores y embaucadores que intentan entrometerse en asuntos tan serios como la propia salud humana. Que un grupo independiente de profesionales tenga que poner el punto de mira sobre ello, tiene sus muchos bemoles, sobre todo ante la impertérrita y dolorosa inmovilidad de otros, los organismos oficiales que tenemos para poder hacer algo por la profesión. Algo al menos. ¡Algo!


Pero...¿cómo hemos llegado hasta aquí? Es decir. ¿Cómo ha llegado la fisioterapia al punto de seguir creyéndose esta gran mentira? ¿Por qué nos movilizamos por esto y no por lo que nos tenemos que movilizar? Ojo. Nadie niega que denunciar los hechos del intrusismo, el extrusismo, la estafa, la mentira, etc; que tanto contaminan a las ciencias de la salud, sea algo que deba hacerse de manera constante, con esta y con mil jornadas similares, con un discurso común y poniéndonos serios de una vez por todas para frenar el avance de los falsos terapeutas, denunciándolos hasta el hastío. Lo que decimos es que mientras se hace, otros temas parecen preocupar menos a un porcentaje muy pequeño de fisioterapeutas en redes sociales ( no os engañéis, no sois ni el 10% de la profesión), poco se habla, nada se dice o al menos no lo suficiente, de la situación laboral nefasta y el futuro dramático de la profesión. De los verdaderos problemas de la fisioterapia. Y de los que se habla y encima te miran mal, o te cuestionan la propia veracidad. Hace falta un poquito más de piel solidaria para sentir lo que pasa en la fisioterapia a pie de calle. Si no avanzamos en reconocimiento profesional, ¿cómo leches lo vamos a hacer en estos otros asuntos?


La fisioterapia es ciencia por definición. Ciencia sanitaria. Y en este punto debería finalizar el debate. Todo lo que nos sea ciencia no tiene aquí cabida y todo lo que sea susceptible de tratamiento mediante agentes físicos y demostrable a nivel científico, la tiene. Y FIN. El resto son falacias basadas en el placebo, el poder de la mente, la mentira o la necesidad de vender un producto. Pues en eso hemos convertido a la profesión, en un producto que vender tras crear una necesidad de ello. Hemos caído en la mercadotecnia. En el negosi. Hemos olvidado que somos profesión sanitaria, que debiera regirse por unos principios éticos universales no lucrativos de ayuda honesta y remunerada a las personas que necesitan recuperar o mejorar su salud. Nos hemos convertido en gestores empresariales dedicados a la venta de un producto masivo, donde todo vale para ganar clientes, confundiendo esta palabra con la propia que les corresponde: la de pacientes. Y como, en el fondo, la profesión no da para tanto, o si da, pero gracias a la investigación y al trabajo exploratorio de los campos que sí nos pertenecen, nos hemos prostituido y nos seguimos prostituyendo con técnicas  y disciplinas mágicas o pseudocientíficas, de nombres muy molones, pero que no sirven para nada. Y en este punto de máximo escepticismo nos hemos olvidado de lo único que, aunque poco, si que sirve: la propia fisioterapia.


La diferencia además es insultante. Comparar a un investigador con una persona que ha hecho un cursito (o cursote) en el que le han contado treinta y cuatro pitos y flautas es...odiosa. Los años de sacrifico personal que deja el primero para demostrar, aunque sea una nimiedad, no tienen muchas veces ni el 1% de impacto de cualquier disciplina pseudomágica, capaz de crear incluso escuelas de formación en su retórica falsedad, y de adoctrinar a miles de alumnos sin una sola gotita de pensamiento crítico racional sobre lo que están estudiando. Son ligas distintas, que a pesar de cargar a uno de los lados de la misma razón como prepotencia, dotan a la propia fisioterapia de mayores enteros para doblegar a este tipo de vendehumos.  Pero son los vendehumos los que triunfan. Y son las universidades las que los sostienen. Y son los colegios los que los aprueban.


El lenguaje sanitario es científico por definición. Estamos usando un lenguaje pretendidamente mercantil y eso hace que la profesión esté jodida. Las clínicas de fisioterapia quieren ofertar cosas a sus clientes, porque necesitan clientes (no pacientes) para subsistir. Y cuantos más mejor. Y cuanto menos informados, mejor. Esta mentalidad económica choca frontalmente con la mentalidad básica que debiera tener cualquier sanitario. Quiero trabajar ayudando a las personas a recuperar su salud. Quiero que se me remunere considerablemente bien por ello. Pero no tengo fines lucrativos, quiero trabajar con honestidad. La salud no es un negocio y en el momento que esta palabra se interpone, el trabajo honesto empieza a morir.

Y este es el resultado de la salud como negocio. De no saber imponernos. Hemos inventado una extrema necesidad de fisioterapia para todo, cuando esto no es así. Hemos intentado acaparar el máximo numero posible de campos de la salud, dejando incluso de explorar los nuestros, con el único objetivo de crecer y pretender forrarnos. Hemos acogido como nuestras técnicas que NO SON CIENTÍFICAS ni por asomo. Hemos hablado de nutrición, de que curamos cosas imposibles o de que todo es fisioterapia, convirtiendo las clíncias en multigimnasios lucrativos biosaludables. Y todo nacido de un sentimiento de frustración por no poder abarcar ni la millonésima parte del poder y el estatus médico. También nacido por la sobreoferta de fisioterapia en las universidades y la necesidad de salir adelante de algún modo por parte de cada nueva promoción de graduados. Nada de esto sucedería si el fisioterapeuta tuviera acceso al sistema público, si fuera una profesión de dominio público, de respeto público...Nada sucedería si la profesión estuviera bien pagada en todos sus sectores, si estuviera bien reconocida, bien establecida, bien equilibrada. Siendo así, el fisioterapeuta podría abordar cada caso rigurosamente, científicamente, profesionalmente, sin prisas, sin presiones económicas, sin esa necesidad de "tener que hacer más pacientes" para cobrar más. Sin ese desagradable sentimiento de explotación laboral. Sin tener que vender sus técnicas y sabidurías en el escaparate de su clínica, como si fuera el menú del día de un restaurante. Justo como hacen la mayoría de los médicos, es decir, poder trabajar con más dignidad de una vez.


Y cuando decimos que nada sucedería no negamos que seguirían existiendo las pseudociencias, son inherentes a la estupidez humana, pero serían mucho más nimias en nuestro caso, pues el propio reconocimiento nos auparía a la posición de poder rechazarlas todas sin contemplaciones. Vivimos como profesión acomplejada, somos parte de esa pseudomagia, fomentada incluso por nuestros propios colegios y asociaciones. La herida es profunda y resulta doloroso ver como el presidente del Consejo General de Fisioterapeutas de España escurre el bulto cuando le hablan de ello. Parece que tuviera hormigón en la oreja. Aquí se ve la lucha de dos generaciones distintas, una que tapona y es cómplice y otra que pide paso con urgencia. Os quedasteis fuera, sobre todo en mentalidad, ¿por qué no os marcháis de una vez? Eso si que sería honesto.

Una persona que considera la fisioterapia española como modelo mundial a seguir, vive una realidad paralela al resto de sus colegas. Cuando baje del guindo de la prepotencia que le lleva a escupir una frase tan carente de humildad, como cargadita de peligroso orgullo, quizá entienda que el inmovilismo en el que nos tiene instalados es más agresivo para la profesión que cualquier pseudociencia. Bajarse del burro es urgente para quién de verdad tiene una visión limitada a su propio ombligo. Como el debate no me interesa, critico el foro de comunicación y desvío el mismo hacia otros problemas secundarios. Me olvido de que la mayoría de los fisioterapeutas andan sin futuro y sin presente en la profesión. El de que se está intentado prostituir la sanidad y convertirla en una suerte de negocio. Somos como los dentistas de los 90, pero con menos credibilidad que un lector de tarot trasnochado. Y encima pobres. Si nos dejáramos los mismo esfuerzos en hablar de solidaridad social, de igualdad de oportunidades, de fisioterapia pública por definición, de números clausus, de sociedades médicas...No sé, denunciarlo públicamente. Igual otro gallo cantaría. Pero eso no sucede. Y luego hay que aguantar el argumento de que "Los colegios no tienen potestad para..." Anda ya. ¡Anda ya! Ya basta de reíros de nosotros. LOS COLEGIOS DE FISIOTERAPIA PUEDEN HACER INFINITAMENTE MÁS DE LO QUE HACEN. Empezando por dar voz a todas estas injusticias que nos están destruyendo. Pero claro, eso no da dinero...

2 comentarios:

  1. Desde mi punto de vista, el origen de la precarización de la Fisioterapia (y de su consecuente mercantilización y demás degeneraciones que tan bien describes), es el exceso de fisioterapeutas generado por las universidades privadas. Y eso es negocio. Así que va a costar mucho cambiarlo, me temo.

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