domingo, 7 de enero de 2018

Relatos de fisioterapia -> Fisioterapia salvaje (Capítulo 5)

No sé si los médicos que acaban trabajando para seguros profesionales o compañías de este tipo se sentirán muy orgullosos de su trabajo, en comparación con la sanidad pública, donde es vox pópuli que están los mejores médicos, aunque debo reconocer que conmigo intentaron hacerlo de forma honesta. Yo siempre notaba una cierta desgana, o "bordería", en la atención al paciente. Así fue con el médico de digestivo que tenía delante, un tipo enjuto, con pinta de no haberse reído en los últimos quince lustros. A estas alturas me era imposible explicar correctamente los problemas de salud que había tenido, pues el baile de máscaras y profesionales había sido tal, que no me enteraba ni yo. Además, decir que todo había comenzado hacía seis meses, por culpa de que mi novia me había dejado, sonaba tan irreal como ridículo. Suerte que tenía por costumbre guardar los informes que me fueron dando, aunque no tenía muchos la verdad. Es más, sólo tenía el del médico de la seguridad social. Que raro. Parece que los fisios en los que estuve no tuvieron intención de emitir escrito alguno. ¿Tendría que haberlo pedido?



Este médico me pidió que me tumbara y empezó a palparme la tripa. Se había basado en lo que yo le había manifestado (inflamación del intestino y del hígado, dolor de tripa, etc...) Cuando le pareció bien, me auscultó y luego se sentó.
- Pero, ¿quién te dijo a ti que tenías el hígado inflamado? ¿El médico de la seguridad social?
- No. Un fisioterapeuta.
- ¿Un fisioterapeuta? - el hombre enarcó de golpe las dos cejas. Debían de haber pasado muchos años desde la última vez que había hecho un movimiento así, parecía que le había cansado y todo.- Creo que no escuché bien. ¿Un fisioterapeuta te diagnosticó una inflamación hepática?
- Sí. Bueno, no fue exactamente así. Empecé a ir a una chica que era osteópata por recomendación de una amiga, y me estuvo haciendo una especie de masajes en la tripa. Me sentía bien, pero me dijo que me venía bien hacer una limpieza del hígado mediante una especie de dieta. Me mandó que siguiera un video y así lo hice.
- ¿Un video?
- Sí, un vídeo donde te explicaba cómo hacerlo. Seguí la dieta y la verdad es que al final hice unas heces muy raras, como verdes. Me dijeron que le hiciera una foto para enseñárselo, eran como unas piedras verdes. Me explicó que eran cálculos hepáticos.

El médico me miraba con una cara extrañísima. Como si estuviera escuchando a un marciano. No podía creer que un fisioterapeuta hubiera podido hacer todo eso.
- En casi cuarenta años de profesión médica, dedicado a la gastroenterología, no he oído en mi vida nada parecido. Es más, lo que me estás contando me parece una tomadura de pelo. Una gilipollez, hablando en plata. ¿Limpieza hepática? ¿Hígado inflamado? ¿Pero de dónde sacan esas tonterías? ¿Te han hecho alguna prueba a caso? ¿Como estaba las transaminasas? Ahora va a resultar que los fisioterapeutas son endocrinos...

Su grado de indignación crecía por momentos, en paralelo al componente avinagrado de su cara. Siguió gruñendo toda la consulta y poniendo a parir a la osteópata y a todos los muertos de aquellos que, según él, hablaban sin tener ni puta idea. Decidió que por los síntomas que me contaba, convenía hacer un examen más exhaustivo y algunas pruebas, analíticas, etc.



Vale. Pues nada. Sigamos girando y probando suerte a ver si nos toca algo.

El siguiente turno fue el del traumatólogo. ¡Por fin un traumatólogo! Cuando abrí la puerta de la consulta sentí una especie de extraño alivio, no tanto por lo que pudiera decirme o hacerme, si no por llegar por fin, casi seis meses después, a la consulta de un traumatólogo. Me dio por pensar, mientras me sentaba, que no era justo que una persona tuviera que esperar tanto tiempo para ver a un especialista. Vale que yo no me había acordado de que tenía la posibilidad del seguro médico, pero aquellos que no lo tuvieran, ¿de verdad estaban así de vendidos? ¿Por qué era tan lento todo el proceso a través de la sanidad pública? Estamos hablando de meses. Seguro que esto está hecho así aposta, es lo que le conviene al político de turno para hablar mal del sistema público.

Este chico era majo, pero aún a día de hoy me pregunto, ¿por qué hay traumatólogos que no tocan?

- Pues nada, todo esto, todo lo otro, lo de más allá...Todo esto me pasa, ¿sabe doctor? - por resumir.
- Haremos una radiografía de columna.

Pues nada. Si ya lo sabía. Tanto esperar para eso.

- ¿Y mientras tanto?
- ¿Está usted haciendo fisioterapia?
- Sí, pero ya estoy harto de fisioterapia y a mí me sigue doliendo.
- Ya, lo entiendo, pero el rehabilitador está controlando el proceso, eso debe indicárselo a él.

Y con las indicaciones subsiguientes de algún ejercicio de columna y sin casi mirarme, buenos días y véngase la semana que viene con la prueba ya realizada.


¿Por dónde íbamos ya? Recordáis, mis queridos lectores, que me había dejado mi novia. Todo aquello que os conté de que estaba echo una mierda. Días grises, ganas de querer morirme y este dolor que me sobrevino, tan traicionero. Este dolor que me ha traído hasta aquí, a contaros este largo relato. Este mismo dolor que me ha echo pasar por infinidad de profesionales sanitarios, hasta llegar aquí. Pues bien, podría decirse perfectamente que un dolor derrotó al otro. Es decir, mi mecanismo de gestión del sufrimiento causado por la pérdida de mi pareja ha sido reemplazado por un dolor que ha ido superándolo en intensidad, pero que sobre todo, ha ganado la batalla por cansino. Porque este dolor, yo ya no sé si es fruto de mi cabeza, o si es tan pesado que hace que te olvides de todo lo demás. Pues a estas alturas, casi medio año después, ya casi no me acuerdo de mi novia, tan sólo para cagarme en sus muertos cuando me viene en gana o cuando me arrechucha la espalda con alguna nueva crecida de intensidad. Y sin embargo, el dolor físico, ha ido in crescendo de manera paulatina, hasta hacerse bastante insoportable, la verdad sea dicha.

Eran las 10 de la mañana. Ese día decidí hacer lo que me diera la gana en la granja de fisioterapia en la que estaba metido. Los fisios ni se enteraban. Me estuve media hora en el pedalier yo sólo. Las señoras me miraban entre extrañadas y enfadadas, porque sabían que les estaba jodiendo su secuencia de ejercicios matutinos, pero me daba igual. Cuando terminé, me decidí a probar eso del láser, así que me puse a la cola con los demás. Cuando llegó mi turno le dije al fisio, un chico nuevo que se había incorporado en sustitución de la chica anterior, la cual había dejado ese trabajo, que era en la rodilla. Ahí mismo. Cinco minutos dándome una luz roja y yo con unas gafas espaciales que me hicieron ponerme. Al menos una experiencia nueva. Luego me puse una corriente, para disimular y acabé tumbado en una camilla que vi libre, con los ojos cerrados y haciendo un ejercicio con un palo, que veía que lo hacía todo el mundo, así que debía de ser buenísimo. Eso me sirvió para refrescar un poco la mente.

- La semana que viene por fin veo al traumatólogo de la seguridad social. Que bien. Aunque total, seguro que ni me toca.

Al salir de allí les deseé a todos un buen fin de semana. Era el último que tendría yo tranquilo.

2 comentarios:

  1. Vaya mierda de Sanidad verdad? Menos mal que están los fisios para diagnosticar como Dios manda y operar en caso necesario

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  2. Tambien hay rehabilitadores que no tocan, a mi me dijeron que tenia que continuar con una rehabilitacion sin tocarme a pesar de haberle dicho que estaba mucho mejor. Sanidad privada-mutua
    En la publica uno me dijo, a ver, mueve la mano ( sin decirme como ), y me la toco de refilon y con eso pauto tratamiento. Debia tener la peste

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